martes, 12 de abril de 2011

Cronica Monlora ( Fernando Susin )

Este domingo se desarrolló la primera prueba de la que pretende ser la temporada más exigente en mi trayectoria “biciclística”; la Monlora.
Pese a que este año es la primera vez que contamos con dorsal, en alguna ocasión y de manera fortuita, había recorrido parte del circuito sobre una moto, lo que aporta cierto conocimiento del terreno. Esto, combinado con la cadena de mails que nos hizo llegar las semanas previas Fernando Alquezar, nos sirvió para hacernos una buena idea de que era lo que nos esperaba en cada momento.


Sin embargo, las previsiones no eran muy esperanzadoras para mí. Durante el último mes, no había podido salir a rodar ningún fin de semana. Con no más de 350 km., acumulados entre todas esas semanas, (además de tres estupendas dobles sesiones de spinning) realizar los 115 km de la prueba se antojaba misión complicada. Bien por mí!! Pero para más cuchufleta, una semana antes agarré un virus (o qué se yo) que me dejó postradito en la cama durante cinco días ininterrumpidos, abonado a una temperatura de 38´50 Cº. Medicamentos, ausencia de apetito… Pierdo tres kg y nada más levantarme de la cama, me tiemblan las canillas. Las sensaciones a cuatro días del domingo, eran las de certeza absoluta de no poder acabarla, o hacerlo el último de la fila. De todos modos ya sabemos como funciona el “razonamiento” en estos casos de desesperación: Iré a probar suerte, sin ningún tipo de pretensión competitiva, a sumar kilómetros, experiencia, bla bla bla…

A primerísima hora, de camino a Luna y desde la comodidad que ofrece el coche, se apreciaba como los árboles se retorcían de placer. No sabíamos si el viento que soplaba sería desfavorable en según que tramos, o como curiosa e inexplicablemente ocurre en ocasiones, durante toda la prueba. La realidad es que tuvimos suerte, y salvo algún tramo muy puntual que daba de cara, algún que otro momento de más duración, que dio lateralmente, la mayor parte del tiempo, fue favorable y sopló de culete. Merece la pena apuntillar que el tramo más largo que recuerdo con viento lateral, fui flanqueado por una espectacular moto Honda que me hizo la cobertura hasta Ayerbe ;D

Durante esos primeros kilómetros, (de Luna a Ayerbe) pese a los antecedentes, la información recibida sobre el terreno y la labor de preparación mental, me dejo llevar por el entusiasmo y la explosión de adrenalina, saliendo mucho más rápido de lo que mis condiciones hacían presuponer. Evidentemente, lo pagué. Ya lo creo que lo pagué... En el kilómetro treinta y pocos ya iba con sensación de hambre. Menuda pájara más larga me esperaba!!


Nada más atravesar Ayerbe y comenzar el puerto de Santa Eulalia, me alcanza Jorge Lucia e iniciamos el ascenso. Para entonces ya me he tomado dos barritas, una ampolla de glucosa y buena parte de los bidones de agua. Los víveres se agotan, por lo que sería obligatoria alguna parada de avituallamiento. A una velocidad constante y no excesivamente lenta, superamos el puerto. Estoy gratamente sorprendido de haber sido capaz de aguantar el tirón. Aunque a la vez consciente de que las fuerzas comienzan a estar algo más que justas. Me descuelgo unos diez segundos con respecto a Jorge al paso por la cima. Se detiene a llenar el bidón de agua y para cuando paro yo, él ya ha reanudado la carrera. No coincidiría con él hasta pasada la meta.

Me encuentro con que por detrás de mi no hay nadie cerca para hacer el descenso sin sufrir un desgaste totalmente innecesario. En otra prueba (Pinares de Zuera 2009) ya aprendí la valiosa lección de no empecinarme con la idea de rodando en solitario, coger en el descenso al grupo que está aparentemente tan cerca de ti. La triste realidad es que jamás los coges, anulas lo poco o nada de fuerzas que te quedan, y cuando llega la oportunidad de unirte a un grupo rápido que sí te brinda la ansiada posibilidad de alcanzarlos, no tienes chicha para aguantarles…

Resumiendo, Jorge ha volado en el descenso con dos que visten de verde y salvo que coja un buen tren, resultará imposible pillarle. Me dejo caer sin pena ni gloria. Al tiempo me alcanzan dos almas de cántaro que bajan en circunstancias similares a la mía. A la altura de Biel, aun a riesgo de perder mi mini tren, hago la última parada buscando alimento sólido que alivie el agujero en el estómago que me castiga. De lejos veo que se acerca un expreso directo a Monlora, y esta vez sí, cojo el grupo que me lleva “a casa”.
Vamos francamente rápidos durante muchos kilómetros. Distancia que desconozco porque el aparatito que marca esos datos tan útiles como la velocidad, distancia, cadencia, pulso… nuevamente le ha dado por fallar. Me arropo en la parte delantera del grupo para evitar quedar descolgado ante cualquier eventualidad. Los cuentakilómetros ajenos marcan frecuentemente cifras que superan los 50 km/h Cuando atravesamos algún repecho, éste se supera con plato grande y piñón pequeño. Esa sensación de velocidad es genial, si bien, distingo que el hecho de estar ahí es un regalo, y que cuando la cosa se ponga fea (un poco cuesta arriba), no voy a ser capaz de aguantar el tirón. Y así sucede.

Una vez atravesado Luna, y posteriormente un puentecito, comienza a ponerse progresivamente hacia arriba. Ya desde el primer momento, pierdo comba con los que han sido mis mejores amigos durante unos valiosos kilómetros. No me puedo quejar, porque una vez más, el fuerte viento sopla descaradamente a favor de la pendiente.
Únicamente quedan unos minutos de sufrimiento para dar por concluida la jornada. Uy!! Hola abductores!! Qué majos, como se “cuadran” queriendo saludar… Pero no son los únicos. Mientras repto y serpenteo agonizante, me cruzo con los afortunados que ya han coronado y vuelven hacia Luna. No sé si han hecho algún parón en el alto, o quizás es que queda más distancia de la que preveía hasta meta. Lo cierto es que los que considero dentro del grupo de “intrépidos, experimentados y veloces” esos que saludan y animan mientras bajan, están aparentemente recién llegados a meta. ¿Igual y a la postre, no ha resultado tan desastrosa la prueba?.
Justo antes de una curva me encuentro con los ángeles de la Honda y el convaleciente Javier Moneva, animando desde la cuneta. Solo puedo pensar en terminar, y me indican que no me queda más que esa curva. En ella está esperando Jorge Lucia, que con mucho énfasis me empuja con sus gritos a hacer los últimos metros. Ufff, se acabó!



Al final y un día después del término de la prueba, sigo sin contar con datos reales que me hagan discernir de un resultado aceptable o incluso bueno según eran mis condiciones. A ver si la organización da el resultado de la clasificación a lo largo de esta semana, que ardo en deseos!! Solo cuento con el dato de que Paco, amigo que cruzó en torno a 10 ó 15 minutos tras de mi, dice que hizo cuatro horas clavadas. Si es así… Ni tan mal! Pero eso hay que contrastarlo.

Para terminar, mi más sincera, honesta y sentida enhorabuena a Jorge Lucia. Con quien más horas estoy compartiendo entrenamientos este año, más momentos para hablar del día a día, y sobre todo, quien más está poniendo de su parte para marcar la diferencia con respecto a otras temporadas. ¡¡Este año sí!! Y a la vista está. Primera prueba, destacando y con sensaciones de poder dar más. Recuerdo perfectamente la conversación vía Messenger tras la que acabé apuntándome con toda despreocupación a una prueba llamada Quebrantahuesos. Y vamos ya para la cuarta temporada de aquel momento!!!!

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